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Con nombre propio

El nombre propio en la vida de una persona es mucho más importante de lo que uno cree. No hay frase que le importe más (a una persona) que su propio nombre. Aprenderlo es una señal de deferencia, lo que permite establecer relaciones personales de forma mucho más efectiva. Desarrollar la habilidad de recordarlo, puede darnos extraordinarios beneficios.

Es muy común escuchar decir “tengo muy mala memoria con los nombres”. Y muchas veces nos pasa que en la comunicación con las personas obviamos el nombre por no recordarlo o lo reemplazamos por pronombres, apelativos o apodos. Sin embargo, aprenderlos, hará sentir al otro reconocido, valorado y despertará empatía de forma inmediata hacia nosotros. Por eso, cuando iniciemos una conversación con alguien que no conocemos, presentémonos siempre diciendo nuestro nombre, para que la otra persona nos responda con el suyo. El nombre es la información más importante que debemos retener en la conversación.

El saludo, la sonrisa y la mirada, tienen un impacto positivo en las personas y si a estos gestos tan sencillos le sumamos el llamarlos por su nombre, lograremos un efecto de proximidad y gratificante en ellas y generaremos una conexión de cercanía y confianza. Las relaciones interpersonales están formadas de pequeños detalles que no implican gran inversión de tiempo y dedicación, pero que en conjunto constituye un pilar esencial en nuestras conexiones.

La próxima vez que participen en un evento o se dirijan a alguien que tenga colgado un gafete identificación, llámenla por su nombre y presten atención a su reacción!

Publicado en Diario Gestión