“Uno se convierte en un trust advisor cuando el cliente llama a pedirte algo por lo que no te ha contratado”. Esta frase la escuché la semana pasada en una reunión con un cliente especialista en gestión patrimonial y financiera y un asesor de empresas familiares… Y es que ser un trust advisor implica mucho más que ser experto en un campo determinado. Ellos no se limitan a ofrecer sólo consejos financieros o de negocios, sino que pueden proporcionar apoyo emocional y moral en momentos de incertidumbre o crisis. Son hábiles en construir y mantener relaciones basadas en la confianza, lo que les permite ofrecer soluciones personalizadas y establecer vínculos exitosos a largo plazo con sus clientes.
En el ámbito de las relaciones públicas, cuando los clientes confían en sus asesores, están dispuestos a compartir sus preocupaciones y necesidades. Esta conexión emocional puede ser muy poderosa, ya que va más allá de los intereses puramente comerciales o profesionales. Es cierto que la construcción de una relación de confianza lleva tiempo, pero la buena comunicación, el ser auténtico, honesto, ser buen escucha, tener disposición al diálogo, estar disponible y comprometido con el bienestar de sus clientes, ayuda a fortalecerla y a establecer conexiones genuinas.
La confianza es esencial en el mundo de los negocios y es el ingrediente más valorado de todos. Las empresas deben trabajar para construir y mantener relaciones de confianza con sus stakeholders, lo que les permitirá prosperar en un mercado cada vez más competitivo y exigente.
Publicado en el blog del diario Gestión